viernes, 20 de mayo de 2011

PARALELISMOS: "España, tu futuro es mi pasado"

Bajo el lema "No somos mercancía de políticos ni de banqueros", miles de "desempleados, mal remunerados, subcontratados en precario, hipotecados" y, en general, jóvenes y mayores antisistema se echaron ayer a la calle para exigir "un cambio de rumbo y un futuro digno" y en protesta contra las "reformas antisociales" auspiciadas por Gobiernos "en manos de banqueros" que, dicen, imponen recortes de las condiciones laborales "en beneficio de los poderosos". 


Las profecías cumplidas de Stiglitz (Octubre  de 2010)

"España puede correr igual suerte que Argentina en 2001" Joseph Stiglitz, Nobel 2001 justamente, disiente con Dominique Strauss-Kahn. El director gerente del Fondo Monetario Internacional aún cree en ajustes ortodoxos como el español. Pero el neokeynesiano teme que Madrid “ingrese a una espiral letal”.
El paralelo con Argentina es más amplio y tiene ecos de Paul Krugman. Stiglitz sostiene que “está propagándose por la Unión Europea una ola de austeridad a medida de los banqueros privados, que pivotea en Alemania y amenaza a Estados Unidos. Con tantos países reduciendo el gasto público en forma prematura, se contraerá la demanda global y el crecimiento continuará perdiendo impulso y desembocará en otra recesión”. (Leer más...)


Plaza De Mayo, Buenos Aires, Diciembre 19, 2001







“Debate de expertos: ¿debe haber represión?”, preguntó el jueves el otrora progresista diario El País. “¿Debe haber desalojo?”, interrogó hoy el conservador El Mundo a sus lectores online. El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, señaló que “la ley debe cumplirse”, perogrullada que en la convulsionada España de estas horas significa imponer por la fuerza la declaración de ilegalidad que la Junta Electoral Central lanzó sobre las manifestaciones de los “indignados” y sacarlos a palazos de la Puerta del Sol de Madrid. Hay que respetar las “jornadas de reflexión” previas a la elección municipal y regional del domingo, es el argumento. ¿Pero qué mejor reflexión podría haber que la de esos miles de jóvenes declarando su frustración con una situación que les cercena hasta la posibilidad de imaginar un futuro y que los lleva a declarar, pacíficamente, que se ha roto el lazo invisible que debería unirlos con sus representantes políticos?
Por fortuna el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero decidió no sumar represión a los rigores absurdos de sus políticas, a no ser, claro, que se produzcan incidentes, algo que hasta el momento dista de ocurrir. Parece que el “desorden callejero”, el “incumplimiento de los fallos judiciales”, el “caos vehicular” no son privativos de países atrasados sino, simplemente, de sociedades atravesadas por conflictos graves.

TU FUTURO ES MI PASADO

El “movimiento de los indignados”, o el 15-M (por haber surgido el último domingo 15) recuerda a nuestro “que se vayan todos”. El paralelo es irresistible y en buena medida pertinente. Pero también hay diferencias. La primera, de estado de ánimo. La Argentina de 2001 era un volcán furioso; la España de 2011, una tierra que aún no ha perdido del todo los estribos. Si el desempleo, la falta de oportunidades y el caer en la pobreza tanto trabajando como sin hacerlo son factores comunes a ambas experiencias, el “corralón” (la confiscación de los depósitos) y el “corralito” (la virtual extinción de ese lubricante de las relaciones sociales que es el dinero, hecho inédito en la historia mundial) marcan las diferencias más salientes. Los “indignados” españoles son mayormente los jóvenes, tanto sobrecalificados como “ni-ni” (ni trabaja ni estudia), entre quienes el desempleo general del 21% trepa al 43%; también los que, aunque privilegiados por poder trabajar, lo hacen con contratos “basura”, sin derechos ni indemnización posible; y, por último, los “mileuristas”, incapaces de costearse una vivienda y, encima, comer.
Mientras, en la Argentina se había juntado una coalición explosiva y mucho más amplia de desocupados, pobres, clase media venida a menos y ahorristas estafados.
Así, nuestro “que se vayan todos” es en la España de hoy “no nos representan”. El resentimiento terminal que conocimos es allí, todavía, un llamado a la reflexión, un ruego por restablecer el vínculo de la representación. Proclama antisistema, lo primero; denuncia de una democracia que se ha extraviado y que urge recobrar, lo segundo. “Democracia real ya”, reclaman.
El espíritu tolerante de los “indignados” españoles sorprende gratamente, al constatarse que, incluso, buscan integrar a su malestar a los inmigrantes. No salen a cazarlos, no piden que los expulsen; los consideran una parte de la sociedad tan víctima como ellos mismos de la injusticia imperante.

UNA FRACTURA DURADERA
El escarnio de los sabihondos es que los manifestantes de Madrid, Barcelona y otras ciudades no tienen propuestas, y el vaticinio de los analistas es que se disgregarán después de los comicios. Ambos dicen grandes verdades, pero claro, las grandes verdades son invariablemente obviedades, cuando no pavadas.
Como le dijo a este periodista en un diálogo a través de Radio El Mundo (Pablo y a la Bolsa) David, un no tan joven de 38 años: “¡Ahora resulta que las propuestas que los políticos no hacen tienen que salir en el acto de una asamblea de 700 personas!”. David gana 900 euros por mes en una cooperativa, complementa su magro ingreso con trabajos en negro y simplemente no puede sostener el lujo de alquilar una vivienda.
No es a ellos a quienes corresponde elaborar planes económicos. Les tocaría a sus dirigentes, si no estuvieran tan ocupados en convertir sus diplomas de PhD en Economía en libretas de almacenero, operación que los lleva siempre a la única conclusión de que la fiesta de los banqueros y los mercados financieros la deben pagar, de un saque, los jubilados, los trabajadores y los necesitados de la ayuda estatal.
Y sí, tarde o temprano los “indignados” deberán volver a abocarse a la difícil tarea de sobrevivir. Ocurrió en la Argentina, por caso, dando por tierra con las ilusiones de quienes intuían que una asamblea barrial podía convertirse en el soviet de Palermo Hollywood y desencadenar la revolución. Pero el hiato entre representantes y representados permanecerá invariable, acechante, a la espera, con suerte, de que algún dirigente se dé cuenta de que pateando el tablero puede llevarse todas las fichas de la mesa.

EL HUEVO DE LA SERPIENTE
La crisis que se desató en 2008 en el mercado financiero estadounidense debido a la incobrabilidad de las hipotecas “subprime” (de baja calidad) se contagió al resto de la economía a través de la explosión de gasto público y endeudamiento en que incurririeron George W. Bush y Barack Obama para evitar el colapso del sistema. Los contribuyentes pagaron el costo con sus impuestos y soportando la recesión y el desempleo consiguientes.
A esa fase siguió la globalización de la crisis, contagio mediante y con el estallido de las burbujas que la propia Europa supo inflar, con España en primer lugar. El esquema de megapaquetes de “rescate” (dicen que para países en problemas; en realidad para los bancos expuestos a la deuda impagable de estos) derivó también allí en déficits fiscales y niveles de endeudamiento insostenibles. El ajuste trajo lo que vemos hoy y, a la vez, desveló el verdadero rostro de los esquemas económicos imperantes.

UN POCO DE HISTORIA

La salida de la Segunda Guerra Mundial se dio en los principales países de Occidente en paralelo a la erección de fuertes Estados benefactores. La cobertura social crecía a la par de los ingresos de los trabajadores, en un patrón económico keynesiano virtuoso. El modelo enfrentó su primer desafío fuerte tras la crisis petrolera en los años 70; Estados Unidos y Gran Bretaña volvieron a las fuentes del capitalismo anglosajón e introdujeron recortes dramáticos de los viejos beneficios, mientras que la “vieja Europa” salvó los rasgos esenciales del Estado social, aun al costo de registrar por largo tiempo tasas de crecimiento sensiblemente menores.
Esta última crisis hizo imperioso un ajuste mayor, al menos en los eslabones débiles de la eurozona: Grecia, Irlanda, Portugal, España. Con ellos, quedó a la vista la verdadera naturaleza de esos modelos económicos: el Estado, vía subsidios (salario indirecto) venía subvencionando no a los trabajadores sino a las empresas que medraban gracias a pagar sueldos incompatibles con el costo de vida. Con menos frenos, subsidios y seguros, con el Estado en retirada, el desempleo se convirtió directamente en pobreza. El padre generoso mutó en madrastra.
Las opciones por el ajuste brutal (España), y por el ajuste brutal y los “planes de rescate” (Grecia, Irlanda y Portugal) generaron en la gente la conciencia de que sus dirigentes, aquellos a quienes se había votado para velar por una versión más progresista o más conservadora del bienestar general, se habían convertido en meros gerentes de los intereses de las grandes finanzas. Es evidente que no hay economía que pueda sostenerse con déficits fiscales del 10 o del 15% del Producto, o con ratios deuda/PBI del 100 o del 150%; lo llamativo es que a ninguno de aquellos se le haya ocurrido que el ajuste sea más parejo, que incluya impuestos a las grandes fortunas y, sobre todo, una renegociación con quitas y extensión de plazos de pago de los compromisos contraídos. Al fin y al cabo, los “inversores” prestaron a tasas usurarias, indolentes ante la insolvencia en ciernes que eso denotaba, por la seguridad de que, en última instancia, los Estados (los contribuyentes europeos) pagarían su fiesta.
Mientras, increíblemente, algunos osaban hablar de un “nuevo FMI”, liderado por un socialista francés, más sensible a los costos sociales. ¿Por qué no van ahora a preguntar en Madrid o en Atenas por el nuevo Fondo? La entidad, inefable verdaderamente, prescribió sus recetas de siempre, más amargas cuanto más inerme se encontraba el paciente. Como siempre. Es una cruel ironía que su defenestrado director gerente, Dominique Strauss-Kahn, enfrente hoy un juicio por violación.

EUROPA: ¿SOLUCIÓN O PROBLEMA?

Esa traición de los representantes a sus bases tiene, como si eso fuera imaginable, un agravante: la integración europea. Esta tendió a restar a los Estados nacionales atribuciones para concentrarlas en burocracias trasnacionales, carentes de sensibilidad política, contacto con los pueblos y la más mínima representatividad. La moneda común, el euro, es la expresión más acabada de ese dislate, que restó a los gobiernos que la gente vota el manejo de la primera herramienta de la soberanía: una moneda propia.
Sin posibilidad de devaluar dicha moneda, de reducir de una vez los precios internos (salarios, bienes, servicios), los países caídos en desgracia sólo pueden restaurar su competitividad a través del ajuste y la recesión. En ese caso, el desempleo y la caída del consumo popular no son subproductos dolorosos pero inevitables de una política destinada a corregir desbalances, sino sus mismos objetivos. Si el empresario no puede vender su producción, baja los precios. Para hacerlo, paga salarios más bajos. En el proceso, expulsa personal y alimenta el desempleo. Y el tirabuzón sigue girando hacia abajo hasta que los precios internos restauran la competitividad de la producción nacional, las exportaciones y la rueda de la economía vuelve a ponerse en marcha aplastando los cuerpos que quedaron tendidos en el camino.
Si, decíamos antes, el hecho de que Europa haya evitado la quiebra de su sistema financiero es una ventaja en comparación con la Argentina de 2001, el no tener una moneda que devaluar es una desventaja trágica, que impedirá a esos países lograr un rebote rápido e intenso de la actividad económica.
Sin embargo, y esto debería preocupar aun más a los europeos, ni el ajuste ni los “rescates” acaso sean suficientes. Hasta el establishment admite ya que, por ejemplo, Grecia deberá defaultear su deuda y renegociarla con quitas de capital y prolongación de plazos. Los bancos, por primera vez, parecen en riesgo de perder. ¿Y si eso se extendiera a, digamos, Portugal? Los bancos españoles (Popular, Santander, BBVA) son los más expuestos a la deuda portuguesa, nada menos que 78.000 millones de euros en títulos de ese país. ¿Una renegociación de esos activos sería inocua para la banca española? ¿El peor de los mundos es posible?
En 2001, el mundo se desentendió de la Argentina, y eso fue lo mejor que podía pasarnos. El combo de devaluación, default, renegociación de las deudas con altísima quita y rápida retomada del crecimiento constituyen, costos sociales aparte, un caso de éxito que ha devenido en mal ejemplo.
Con los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia, España) no habrá ni olvido ni perdón, habrá control. Si Grecia no paga, el ajuste exigido, el mismo que hoy no puede cumplir aun queriendo, será todavía más drástico. Y las privatizaciones reclamadas, masivas. El ministro holandés de Finanzas, Jan Kees de Jager, se permitió una humorada: "No los vamos a obligar a vender la Acrópolis", ironizó. 
No digan que no les avisaron.



"NO ESTÁ A LA VENTA"




Marcelo Falak 

RETRATO DEL 'MAYO' ESPAÑOL 

lunes, 2 de mayo de 2011

GOLPE DE EFECTO : EEUU Y EL CADÁVER DE BIN LADEN




Para abrir las puertas del «corazón tenebroso» de la guerra hay que devolver al centro el cadáver del enemigo y su uso estratégico



Alto y extremadamente delgado, con un aire de mansedumbre desmentido por los hechos que los Estados Unidos le atribuyeron, Osama Bin Laden, el líder de la red Al Qaeda, alcanzó la definición de “enemigo público número uno” hace casi una década, después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en suelo norteamericano. Desde entonces, fue la presa más deseada, más escurridiza para el imperio.
Osama Bin Laden tenía 54 años, había nacido el 10 de marzo de 1957 en Arabia Saudita. Fue el decimoséptimo hijo del jeque Salem Bin Laden, el único de sus 52 hijos que no se dedicó a multiplicar la gigantesca empresa de construcción de su padre. Se graduó en la Universidad Rey Abdul Aziz y, según él mismo contó, tres hechos de fines de la década del ’70 definieron su vocación: los acuerdos de paz impulsados por los Estados Unidos entre Israel y Egipto, la revolución islámica de Irán y la invasión de la URSS en Afganistán. Fue entonces cuando se involucró en la guerra contra las fuerzas soviéticas, buscando fondos para financiar la resistencia afgana, y fue entonces también cuando supo ser un aliado dilecto de Norteamérica. En Afganistán se vinculó con la Jihad Islámica, en su versión egipcia; sobre aquellas relaciones basó la fundación de Al Qaeda, hacia 1987-1988, con un propósito único: la “guerra santa islámica contra los judíos y los cruzados”. Pocos años más tarde, con la Guerra del Golfo, con pies infieles pisando Arabia Saudita, el mismo suelo que había pisado el Profeta, su sociedad con los Estados Unidos viró en enemistad.
Pero recién hacia 1993, después del atentado contra el World Trade Center, Bin Laden comenzó a ser motivo de preocupación para los servicios de inteligencia estadounidenses. Con el apoyo de los talibán en el poder afgano, a mediados de los ’90, Al Qaeda le declaró la guerra a Estados Unidos y anunció que su misión, desde ese momento, sería matar ciudadanos de ese país. “Mientras los israelíes matan a niños inocentes en el Líbano y Palestina, ¿por qué los judíos y los musulmanes inocentes de EE.UU. se callan la boca? Su silencio los hace cómplices. Entonces tenemos que matarlos”, le dijo Bin Laden al periodista paquistaní Hamid Mir. Al Qaeda fue acusada de sostener movimientos terroristas en Afganistán, Sudán, Pakistán, Irán, entre otros países. 
Muchas veces se dio por muerto a Bin Laden; la última fue anoche.



El nuevo director de la Agencia Central de Inteligencia que acaba de proponer Barack Obama, el general David Petraeus, será confirmado por los senadores. Por si quedaba alguna duda, su último puesto fue el de jefe de las fuerzas de la OTAN en Afganistán. Asumirá como director de la CIA con el trofeo de Osama Bin Laden muerto y las manos libres para reforzar las operaciones militares encubiertas. Petraeus fue el arquitecto de las operaciones de George Bush en Irak y en los últimos años apoyó los ataques contra bases de Al Qaeda no sólo en Afganistán sino en Paquistán, donde Bin Laden fue asesinado. La muerte de Bin Laden se produce cuando están a punto de cumplirse diez años del atentado que destruyó las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre de 2001. En términos prácticos y simbólicos, la operación de la CIA confirma que Washington se aproxima a dejar el lugar de primera potencia económica del mundo a manos de China, pero sigue siendo la primera, a distancia de cualquier otra, en su capacidad de uso de la fuerza, contrainsurgencia incluida.

Obama subrayó la palabra “yo” cuando dijo que él mismo dio la orden de lanzar el ataque contra el santuario donde estaba refugiado Bin Laden en Pakistán. se transformó en el presidente que liquida al enemigo número uno de la hiperpotencia. “Nunca vamos a tolerar que nuestra seguridad se vea amenazada”, dijo Obama.
The Washington Post anunció, antes de la noticia del asesinato de Bin Laden y al comentar la nominación de Petraeus, el comienzo de un período con “una CIA cada vez más militarizada”.